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  • Foto del escritorJm Tulier

Segunda Oportunidad

En una celda sin ventanas, un reo en el corredor de la muerte espera su momento, aquel en el cual podrá gozar de la libertad, una libertad aterradora según como se le observé.


— Tu última visita. — exclama un policía golpeando los barrotes de la celda.


— La estaba esperando — musitó el criminal.


Reverenciado por algunos, el criminal camina elegante entre los reos, hasta llegar a una pequeña cabina, donde detrás de un cristal, una mujer aguarda temerosa.


— No creí que vendrías. — exclamó mientras esboza una sonrisa.


La mujer se contiene, desea estallar en ira, golpearlo, pero le responde mientras se seca las lágrimas.


— Pues aquí estoy.


— Quería contarte algo.


— Dime.


— A veces extraño a Charlotte.


La mujer lanza un golpe contra el cristal, el cual se sacude pero resiste, acción contraria a su mano que comienza a sangrar.


—! Eres un maldito ! Tú cerdo infeliz.


— Oh Marta, Marta, ¿Te molesta que hable de Charlotte? — exclamó cínicamente.


— George, tú mataste lo más importante de mi vida.


— ¿Enserio crees que yo lo hice?


— Ahora me dirás que eres inocente.


— No, es evidente que yo ya asesine, pero, ¿No fue tu falta de atención, la que atrajo a mí? Esas horas de trabajo, ¿ Al final importó más que pasar tiempo con ella? Acaso no te das cuenta que gracias a ti, ella llegó a mi. — Marta no respondió, parecía congelada, luego el añadió — ¿Sabes de que me arrepiento? De no haber acabado con tu miserable existencia. Nos vemos nena.


La hora había llegado, George fue llevado a una habitación, donde sería observado mientras moría por inyección letal, la cual lentamente lo fue desvaneciendo, no sin antes murmurar «nos vemos nena» luego dejo de existir en aquel sitio.



— ¿Está vivo?


— Afortunadamente.


— Qué bueno, que bueno.



Un techo blanco le daba la bienvenida a un paciente de infarto, aquel individuo había sufrido un colapso mientras caminaba, afortunadamente fue socorrido a tiempo por un par de samaritanos, ahora en el hospital una enferma se acercaba para tomar sus datos.


— Buenos días Sr, ¿Está usted mejor? — preguntó la enferma con afable sonrisa.


— Ehhh, si, supongo que sí.


— Veo que está confundido. ¿Me puede decir su nombre?


— Pues, soy…¿George?


— Bueno Sr George, el doctor vendrá en breve y le dará de alta, al parecer no tiene nada más y se encuentra estable.


— Perdone señorita pero ¿Me puede llevar al baño?


— Claro, permítame acercarle una silla de ruedas.


George se levantó de la camilla, fue sentado en la silla de ruedas y llevado al baño, una vez dentro observó horrorizado su aspecto.


— ¿Qué demonios está pasando? — se preguntó, mientras acariciaba sus facciones faciales.


En pocas horas George estaba en la calle, sin saber realmente si vivía un sueño, pero fuese lo que fuese el debía aprovechar su segunda oportunidad.

Revisando sus bolsillos, encontró un celular, no poseía patrón de desbloqueo.

Buscó en Google a Marta, rápidamente encontró su dirección en LinkedIn y antes del anochecer estaba afuera de la casa de Marta.


Parecía que iba a llover, lo cual le daba la oportunidad perfecta a George, la excusa ideal.

Poco después del anochecer Marta tomaba una cerveza en su sofá, mientras miraba las gotas de lluvia deslizarse por el cristal de la ventana, cuando repentinamente alguien golpeó dicho cristal, era George, pero ella no lo sabía.


Marta se levantó y observó por la ventana a un hombre de alrededor de 30 años mojarse bajo la lluvia. Marta sintió compasión y le abrió la puerta, aquel individuo sonrió y agradecido ingresó a la casa.


— Perdone usted señorita, pero mi automóvil se averió unas cuadras atrás y es la única que me ha abierto la puerta ¿Podría pedirle permiso para usar el baño y llamar un taxi?


— Eh, claro, por supuesto. — exclamó Marta.


— Por cierto, soy Ge…Jonás.


— Marta.


George camino hasta el baño, una vez dentro se seco las ropas y al salir descubrió a Marta preparando una taza de café.


— ¿Tienes una hija? — preguntó George.


Marta guardo silencio por un momento, luego respondió.


— La tenía, ella falleció.


— Cuento lo siento — exclamó George, parecía muy apenado. — ¿Cómo murió? Si es que se puede saber.


— Un accidente, sufrió un accidente.


Una vena en la frente de George comenzó a palpitar, se sentía indignado que Marta no dijera la verdad, pero debía disfrutar del momento, fuese o no real.


— ¿Usted tiene hijos? — preguntó Marta, mientras servía el café.


— Sí, una niña, se llama Charlotte, mi pequeña Charlotte. — exclamó George y Marta dejo caer su taza de café, se sintió mareada, algunas cosas parecían confusas. Luego George añadió — Estoy aquí, nena.


Marta emitió un grito que fue ahogado por la misma situación, trastabilló, George la tomó por el brazo derecho, quiso atraerla hacia el, pero ella instintivamente tomó la taza humeante de café de George y se la arrojó sobre el pecho, esto la liberó brevemente.


Marta corrió torpemente, parecía increíble, ella le vio morir, esa persona no podía ser George, jamás.


— Marta, Marta, ¿Dónde estás? — gritó George.


Marta cerrando la habitación, buscó su celular, George comenzó a golpear la puerta.

Al encontrar el celular, lo descubrió sin energía, por lo cual desesperadamente comenzó a buscar el cargador, al encontrarlo George ya había hecho un pequeño agujero en la puerta.


— ! Maldición ! — exclamó Marta, al esperar que el celular se encendiera.


— Sabes, tu cabello y el de Charlotte huelen igual. — murmuró George, mientras respiraba sobre el hombro de Marta.


George tomó a Marta por el cabello, luego arrancó el celular del cargador y lo estrelló contra la pared.


— ¿Me vas a matar? — preguntó Marta.


— !Mejor, haré una reunión familiar! — exclamó George, y comenzó a golpear el rostro de Marta, una y otra vez, cada vez con más fuerza, con cada golpe un sonido agudo se repetía y repetía, hasta que el rostro ensangrentado de George reflejaba una sonrisa.


— ¿Murió?


— Sí, así es.


— Otro más que va al infierno…







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