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  • Foto del escritorJm Tulier

La Cabaña

— ¿Despertó?


— Así parece, así parece…


— ¿Dónde, donde estoy? — atontada despierta Mónica, siente la garganta reseca, pero lentamente intenta incorporarse para descubrir que está rodeada por 5 personas en una pequeña habitación. Antes de que pueda gritar, una anciana se le acerca e intenta calmarla.


— Tranquila, no te preocupes. Mi nombre es Georgina y como tú desperté aquí.


Mónica se retira el cabello que cubre su rostro con ambas manos y levantando la mirada pregunta.


— ¿Dónde es aquí?


En una esquina de la habitación, un chico se levanta. Su aspecto varonil, atlético hacen que Mónica sienta un hormigueo en su vientre y juntando las piernas con rapidez, debido a que no se había percatado que llevaba minifalda y el resto de las personas en la habitación podrían haber visto su ropa interior.


— Nadie sabe realmente, sólo sabemos que despertamos en esta cabaña y antes de que preguntes por una salida, no la hay. Tampoco los celulares poseen recepción.


— ¿Y cómo te llamas? — preguntó Mónica.


— Soy Carlos, sólo Carlos.


—! Bueno ! — exclamó un extraño hombre de saco y corbata, llevaba lentes muy grandes y una barba sin afeitar de tal vez dos días. — Cómo la niña ha despertado, creo que debemos presentarnos. Yo comenzaré. Mi nombre es Simón, soy maestro en una escuela primaria y tengo 45 años.


— Bueno — murmuró otra persona en una esquina de la habitación — Soy Lucas y me dedicó a vender cosas en mi camión.


— Soy la Sra Georgina, estoy jubilada de secretaria y pues esperó llevarme bien con todos ustedes.


— Anciana estúpida — interrumpió Lucas — esto no es una reunión de amigos, yo creo que nos secuestraron.


— Perdón…— respondió arrepentida la anciana.


— Yo soy Jonathan y no se donde está mí mamá — dijo el niño y comenzó a sollozar.


— Bien, soy Mónica estudiante de comunicación en la Universidad.


Las miradas se pasaron sobre Carlos, quien desvió su rostro y se recostó sobre la pared, apagando accidentalmente las luces de la habitación, pero al hacerlo una marca fosforescente en el suelo apareció. Se trataba de una simple equis dibujada, pero invisible hasta que la luz fue apagada.


— Miren éso — exclamó Simón y Carlos volvió a encender la luz.


En el suelo de la habitación había un pequeño recipiente, el cual guardaba una grabadora, al reproducirla una voz masculina y cavernosa dijo.


« Sus existencias no valen nada, han perdido el privilegio de existir, pero podrán recuperar la libertad si caminan por el sendero del arrepentimiento y la verdad. Las reglas son simples, no podrán abandonar el perímetro o de lo contrario morirán, sólo deben recorrer 3 kilómetros en línea recta y 500 metros en sus extremos, cualquiera que se aleje de los 500 metros morirá y aquellos que recorran los 3 kilómetros vivirán. Por último, en la pared del fondo se esconde un arsenal, procuren escoger el arma sabiamente, pues cuando la puerta se habrá, no podrán regresar a está habitación.»


La grabación terminó y todos parecían confundidos, pero el ruido de la pared del fondo abriéndose de par en par y mostrando las armas mencionadas los terminó de confundir.


El primero en tomar un arma fue Lucas, fue directo a la escopeta, luego se volteó y apuntó directamente al rostro de la anciana.


— Creo que esto es un programa de televisión y las armas son falsas, ¿Lo averiguamos señora?


La anciana temblaba hasta que Simón intervino haciendo que Lucas bajase la escopeta.


— Creo que existe una explicación, pero las armas son algo innecesario. — exclamó.


— Sea como sea — decía Carlos — Yo tomaré una por si acaso, además es una para cada uno, eso te incluye a ti niño llorón.


— ¿Le dará un arma a un niño? — preguntó indignado Simón. En todo caso yo me haré responsable del niño y tomaré su arma.


Finalmente Simón tomó un revólver y un rifle. Así como Carlos tomó una Glock , Mónica una pistola semi automática y siendo la anciana la última en escoger sólo le quedó la Ak-47 algo que protestó pues era demasiado para ella, pero antes de recibir una respuesta, la puerta de la habitación se abrió. Había anochecido.


— ¿Salimos? — preguntó Mónica y recibiendo un empujón con el hombro de Lucas este se abrió pasó y salió de la habitación. El cielo estaba despejado, y se encontraban en una zona boscosa.


—! Yo quiero a mi mamá ! — gritó Jonathan quien comenzó a llorar y rápidamente el maestro Simón le acarició el rostro e intento calmarlo.


— Según lo que dijo la voz en la grabadora debemos caminar 3 kilómetros en línea recta. — exclamó Mónica, pero Lucas diviso una carretera a poco más de 500 metros.


— Ustedes pueden hacer lo que quieran, yo bajaré esta colina e iré hasta la calle, ahí de seguro alguien me llevará.


— Entonces iremos con usted. — le respondió la Sra Georgina y el resto del grupo le siguió.


Mientras bajaban los árboles estaban marcando con líneas verdes, luego amarillas y finalmente roja.


— Aquí se terminan las marcas. — murmuró Carlos.


— ¿De qué mierda hablas? — preguntó Lucas y el ruido de un vehículo a la distancia les hizo reaccionar.


— Creo que ustedes deben ir y detener algún vehículo, el niño y yo nos podemos quedar aquí. — exclamó el maestro Simón mientras se acomodaba sus gafas.


— ¿Porqué te quedarías con el niño aquí? — preguntó Mónica, a lo que Simón sólo se limitó a sonreír.


—! Está cerca ! — exclamó la Sra Georgina y saltando su arma comenzó a correr. El resto se quedó observando a la anciana correr, su cabellera gris se agitaba al correr y un ruido semejante a un relámpago irrumpió el silencio de la noche, la cabeza de la Sra Georgina explotó y cayendo de rodillas a pocos metros de la carretera murió en un charco de su propia sangre, la cual salía cual fuente.


— ¿Qué mierda fue eso? — preguntó Lucas y buscando con su mirada a alguna persona, no descubrió nada, pero retrocediendo y tragando saliva subió la colina sin decir nada.


Al llegar al camino original, el grupo no salía de su asombro, el niño había enmudecido.


Sin decir nada, comenzaron a caminar en medio de la oscuridad.


— ¿Para qué creen que sean las armas? — preguntó Simón, cuando Jonathan pidió ir al baño y los ojos de Simón brillaron, pero una gota de sudor cruzó por su frente, luego añadió — Bueno, vamos, yo también tengo ganas — exclamó y dirigiéndose al grupo les dijo — Ustedes pueden seguir.


El resto del grupo siguió y mientras caminaban, Mónica se acercó a Carlos.


— ¿A qué se refería esa persona cuando dijo que perdimos el privilegio de existir?


— No lo sé.


— Bueno — musitó Simón — sacalo, yo haré lo mismo.


— No me gusta que me vean — replicó Jonathan.


— Pero somos amigos y no tienes nada que temer, déjame ayudarte. — en esos momentos el maestro Simón ya presentaba una erección y debido a que Jonathan se oponía y una extraña sensación le invadía su cuerpo, se sintió nervioso y tomando a Jonathan por los hombros lo sacudió y mirándolo fijamente exclamó — Harás lo que yo te diga, ese será nuestro secreto.


Los pantalones de Jonathan cayeron sobre las hojas secas, una corriente de aire fresco le hizo temblar, pero la mano temblorosa del maestro Simón comenzó a acariciar su abdomen, hasta bajar a la ingle.


— No…por favor. — murmuró Jonathan y el maestro Simón sonrió, para luego propinarle un golpe en el rostro y dejarlo inconciente.


El pantalón de Simón también cayó sobre las hojas secas, su miembro erecto y palpitante se acercaba al trasero de Jonathan, el maestro mojó sus dedos y cuando se disponía a humedecer el ano de Jonathan un disparo certero en el pene de Simón le hizo caer y rodar por el suelo, gritando y gimiendo.


—! Con un demonio ! — gritaba Simón.


— Revisa al niño — exclamó Carlos y Mónica vistió a Jonathan y lo tomo en brazos.


— Ahora estoy entendiendo algo y es que no mereces vivir, eres un gusano repugnante. — decía Carlos mientras le apuntaba con su arma.


— Yo, yo… no es lo que parece. — respondía vagamente Simón y antes de emitir otra palabra Mónica le disparó hasta vaciar su cargador. El rostro del Simón quedó irreconocible.


— Sigamos. — exclamó Carlos.


A la distancia Lucas se abría paso entre los arbustos, cuando una fotografía atada a una cuerda le hizo detenerse.


— ¿Qué es esto? — se preguntó y al ver fijamente la fotografía descubrió la figura de una mujer mutilada. — basura — murmuró y atravesó otros arbustos cuando se vio envuelto en muchas otras fotografías, en las cuales el salía conduciendo su camión, en otras subía a mujeres en el y luego lanzaba los restos por despeñaderos. Lucas intentó romper todas las fotografías, ya que los jóvenes estaban cerca y podrían descubrir quien era realmente, pero mientras lo hacía los chicos llegaron y observaron a Lucas en un estado de histeria, rompiendo frenético todo sea fotografía o sólo hojas.


— Observa. — exclamó Carlos y al hacerlo Lucas se incorporó.


— Ustedes no han visto nada. — musitó y arrastrando su escopeta añadió — Yo no soy un monstruo, como ustedes piensan.


— Nosotros no hemos dicho nada Sr… — decía Mónica, cuando repentinamente Lucas explotó en un estado de ira.


—! Maldita sea ! Ustedes lo saben ahora, nadie antes lo sabía…


Carlos sujetaba con firmeza su arma en espera del momento oportuno.


— Usted es un hombre malo — murmuró Jonathan.


— Oh déjame adivinar — exclamó Lucas con sarcasmo — ese maestro sin duda era una buena persona y de seguro todos en la habitación lo somos.


— Quiero a mi mamá — exclamó Jonathan y comenzó a llorar.


— Saldremos de aquí y nadie sabrá lo que usted es. — dijo Mónica mientras acariciaba el cabello de Jonathan, pero Lucas levantando la escopeta y apuntándole replicó.


— Sí, yo saldré pero ustedes no.


Sin dudarlo Lucas disparó contra Mónica y Jonathan, pero Carlos empujando a Mónica se atravesó en la línea de tiro, recibiendo el disparó en su brazo, el cual fue arrancado, pero con la mano izquierda logró asestar un disparo en el pecho de Lucas, el cual al caer se golpeó la cabeza contra una roca, la cual lo dejo mareado.


— Quítate el arma — murmuró con dolor Carlos, mientras con su mano izquierda intentaba frenar la hemorragia de su hombro.


Mónica en un estado de confusión y torpeza intentó arrebatarle la escopeta, colocándose frente a Lucas y tirando de ella recibió el impacto de la misma, la cual le abrió un agujero en su abdomen.


— Perra — murmuró Lucas y otro disparó, está vez de parte de Jonathan, le impactó su rostro.


— Creo — murmuró Lucas tirado en el suelo — Qué tú también has hecho algo, no me engañas pequeño.


Jonathan se levantó, secó sus lágrimas y respondió.


— ¿Vas a morir? Desearía verlo. — disparó en el abdomen de Carlos, luego en su otra mano, para luego patear el arma y observar a Carlos desangrarse.


En medió de la espesura del bosque, Jonathan caminaba sosteniendo un arma y dibujando una sonrisa en su rostro, cuando el sonido de hojas secas crujiendo le hizo detenerse.


— ¿ Me habré perdido? — se dijo a sí mismo y notando las líneas verdes en los árboles se sintió aliviado, cuando repentinamente un lobo emergió de entre los arbustos y tomando a Jonathan por el cuello lo arrastró hasta lo más profundo e inhóspito del bosque para nunca volver.



— ¿Alguno sobrevivió?

— No.

— Entonces prepara al otro grupo…


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